"Los motivos por los que pueden establecerse discusiones en una pareja son muy variados. Por ejemplo, se producen rencillas con respecto al manejo del dinero, por la pérdida de las llaves, por los pelos que quedan en la bañera, por el mando del control remoto, por los ronquidos o cuando se debe establecer quién se levanta de noche para consolar al bebé. También hay problemas en torno de lo sexual, por el uso del tiempo libre, por quién busca a los hijos de la escuela o al término de una fiesta si son adolescentes, por las vacaciones, por el uso del auto, por la relación con la familia de origen del otro, por los límites y los permisos que se dan a los chicos, por las exigencias de rendimiento académico, por los celos, etc. Diría que casi cualquier situación, incluso hasta la más aparentemente trivial, puede terminar en discusión". Así se expresó ante LA GACETA el licenciado en Psicología, Arturo Gómez López.
Negociación
El especialista en terapia de parejas sostiene que "una vez superada la etapa de la idealización del otro, las discusiones no sólo no son evitables sino que dan la posibilidad de aprender la destreza psicológica de la negociación. Este es un recurso indispensable para que la pareja sea estable, a pesar y gracias a las diferencias. Mientras haya empatía (que es la capacidad de ponerse en el lugar del otro), no hay que temer a las discusiones. Tampoco hay que generarlas. Pero una vez que están planteadas, crean un espacio en el que debemos aprender a escuchar, tratando de entender -con la mejor disposición posible- cómo piensa, siente y actúa el otro. De esa manera, buscaremos ese punto medio en el que se pueden satisfacer las expectativas de ambos (o al menos repartir la carga de un modo más justo, porque esto fue consensuado)", señaló.
Luego, Gómez López indicó que hay que aprender a dejar de pensar en versus y hacerlo más en equipo, en plural. "La pareja -agregó- es una posibilidad de desarrollo del ?nosotros?; es un tipo de vínculo que desafía la generación de alianzas, y a la cesión de algunas cosas personales en pos del bien común", agrega.
El psicólogo sostiene que lo que duele y genera mucho malestar es plantear que las necesidades de uno son más importantes que las del otro. "Eso es subjetivamente imposible de acordar. Cuando en un vínculo se aprende a no calificar negativamente las necesidades del otro, la negociación no sólo es posible sino además es un acto de creatividad", dice. Y concluye que, conseguido esto, "el nuevo equilibrio es cualitativamente mejor que el que había antes de la aparición del problema".